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24 diciembre, 2006

La matanza del cerdo

Llegó el invierno,los días son cortos y se pasa más tiempo en la cocina y como no, en el fogón, encima de una manta ya que los azulejos son frios y nada confortables para las nalgas;siempre con cuidado de que la manta no se acercara a la plancha y se quemara.
El ordeño de la tarde se acababa de noche aunque se iniciara al caer la tarde;se repitían los ruidos de las mañanas con los calderos y las perolas;el abuelo en el pajar había ido sacando hierba de la peña para dar sulenta cena a nuestras vacas;había liberado ya las boqueras del pajar y también la puerta frente a la cocina que da al final del pasillo donde se entrenaba uno con el tacatá en los pinitos de bipedestación.La deshoja había procurado una buena pila de panojas que se oreaban en el balcón;cada noche la familia desgranaba un cesto de ellas y el menda a jugar con los garojos y en cuanto tuvo habilidades participaba del desgrane;a medida que el grano tapaba las panojas había que sumerger la mano en el maíz en busca de las últimas;siempre había cierta competencia y encuentros con otras manos en aquel submundo de grano y un ¡la pillé yo!;la abuela preparaba la cena,como siempre, de los suyos incluyendo al cerdo.
Durante la cena mi madre comenta que pasado mañana se bajarían a la tía de suso;se la prepararía mi habitación y yo a dormir con el abuelo mientras esté en nuestra casa durante la matanza;se ha roto la MONOTONÍA del otoño y del inicio del invierno.Todos asienten y cada cual se encargará de unas u otras cosas;mi padre avisará al matarife;hace unos días se trajo a la cuadra un carro de rozo:hierba con abundantes helechos y algún escajo que se usará para quemar las cerdas del presunto una vez haya dejado de berrear en el tajo.Se habían traido tripas que se compraban en otro pueblo del que ya contaré como íbamos y veníamos en otro momento.En la habitación adjunta a la cocina o trastero que era bien amplio,se desarrolló una actividad inusual sacando y limpiando barreños,se ponía a punto la máquina de triturar carne y hacer chorizos,morcillas; creo recordar que aquella máquina rotaba por las casas de los vecinos;se trataba de tenerlo todo listo para que a la experta en manejar las especias no le faltara nada esencial:como pimienta,orégano,tripas,cebollas...el día previo a la matanza la cocina parecía una fábrica donde había muchos recipientes con distintos contenidos y de donde las cebollas nos hacían poner distancia con grandes lagrimones;no era el mejor sitio para estar aquella noche, que una vez más dormiría con el abuelo, pero con gran inquietud por no perderme nada de lo que sucedería mañana,el día más importante vísperas de la Navidad;se prepararía la despensa de todo un año en menos de setenta y dos horas.
Podríamos resumir la matanza en preparativos previos,el día D y la probanza;vayamos con el día D.A la cuadra se podía y se puede acceder desde el pajar por una escalera de madera que cae justo a la gran puerta de la cuadra y que da a la fachada principal;también se accedía a la cuadra desde el portal adjunto al portalón,subiendo tres peldaños;quedaría el cortijo o residencia del cerdo a la derecha de la entrada y la pila de rozo a la izquierda;se caminarían unos pasos,los que daría el cerdo el día D,de frente y luego se giraría a la izquierda quedando al frente a la gran puerta de la cuadra y quedando a la espalda el estercolero; en ese paseillo entre la gran puerta,cercanos a ella y a tres pasos de la escalera de acceso al pajar y el estercolero al fondo, se realizaría el ritual anual del sacrificio del cerdo.
Con más motivos de los habituales el día del sacrificio me desperté cuando el abuelo dejó de darme calor;salté de la cama casi que atropellando al abuelo;los detalles de vestirme,asearme,desayunar,etc quedan tapados por lo que sigue:me apostaba en el pajar y bajaba por la escalera a la cuadra,subía y bajaba a controlar imnumerables veces si había llegado el personal que se encargaría de sacar al cerdo de la chonera, acercarle al tajo, sujetarle, matarle, chamuscarle la piel, abrirle en canal y descuartizarle minuciosamente para que nada tocara el suelo; la sangre se recogía en un caldero;todo iba a las maseras de madera:las tripas,las vísceras:pulmones,corazón,hígado;de allí uno no se movería hasta que no estuviera repartido y bien partido todo el cerdo y puesto a buen recaudo.
Los momentos más cruciales,cuando había varios adultos tomando la decisión de empezar el ritual,me creaban gran ansiedad;me recuerdo,con las palmas de las manos entre los muslos,frotándolas mientras me alejaba y me acercaba en el pajar a la escalera;bajaba unos cuantos escalones,los justos para ver como unos adultos,uno con un gancho se metían a la chonera donde ya antes de que esto ocurriera ,se movía inquieto el cerdo y berreaba más de lo normal intuyendo que había llegado su San Martín;los berridos aumentaban, como no,cuando le pinchaban el gancho en el pescuezo y tiraban de él mientras otros lo empujaban por detrás y prácticamente en volandas lo ponían en el tajo donde se le sujetaban las cuatro patas,el cuerpo y la cabeza,dejando espacio al matarife para que pinchara en el cuello buscando los grandes vasos, de donde surtía con fuerza un chorro de sangre que inicialmente acertaba a esquivar el caldero y manchar el suelo y al matarife,sino a más personas;a pesar de la gran tensión interior con manifestaciones externas que me provocaba tal escena no podía evitar el contemplarla;se repetía año tras año la misma situación;la matanza dejó de hacerse antes de que me hiciera adulto y no participé activamente en ella,siempre fuí espectador,hasta que me hice adulto y participé en otras escenas menos sangrientas pero igual de violentas que me rememoraron a partir de algún momento la matanza del cerdo y como no, me crearon siempre gran ansiedad.

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